MENSAJE DE LA GRAN CAPELLANÍA DE LA ORDEN CON MOTIVO DE LA NAVIDAD

“Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros;  y vimos su gloria…”

(Jn 1, 14)

Queridos amigos y Hermanos:

Desde esta capellanía y en nombre de todo el Gran Priorato de Hispania, cercana ya la fiesta de la Navidad, queremos desearos de corazón que todos podamos recibir la luz que nace de este ciclo litúrgico de las fiestas en torno al misterio de la Encarnación del Verbo (La Anunciación, la Navidad y la Epifanía); fiestas que conmemoran el inicio de nuestra redención. Que podamos ver más allá de lo externo y entremos en el gran misterio de la Palabra que vino a habitar en nuestra Humanidad. ¿Qué significa para todos nosotros que la luz resplandece en las tinieblas y que éstas no han podido sofocarla? Gran pregunta es esta.

Hay un texto precioso de Miguel de Unamuno, extraído de su Diario íntimo que dice así: “No bajó Cristo como aparición, no tomó carne mortal de modo milagroso y, apareciendo ya hombre maduro, cumplió su obra. Habría sido un fantasma y no una realidad. Nació, nació niño y vivió niño, vivió treinta años en la oscuridad, oculto, vida humana, sin hacer más que vivirla. La niñez de Cristo es uno de los más instructivos misterios. Dentro de la obra de la redención, ¿qué significa esta niñez? Para salvarnos en Cristo tenemos que hacernos uno con él. Y para ello, empezar por hacernos niños y vivir vida humana y oscura, de humilde paciencia. No ha de ser tu redención una maravilla, un repentino resucitar y subir en gloria, sino lenta vida, vida oscura, vida que empiece en ignorada niñez. Ese súbito romper el capullo y aparecer mariposa, que te bañes en luz y vueles por el aire libre sería fantasía, pura apariencia, no realidad. Sufre tus dolores y espera de ellos el parto espiritual. Hay que nacer en Belén y vivir en humildad, oscuridad y obediencia, para pasar luego por el Calvario, y crucificarse en Cristo, y ser con él sepultado. Así se resucita y se sube a la gloria.”

 

Este tiempo de Navidad no es únicamente el recuerdo de hechos acaecidos hace más de dos mil años, ni es sólo adorar el misterio del Dios hecho niño, es descubrir a ese niño en nosotros y poder despertarlo si es que duerme en el sueño del olvido o del desencanto, quebradas todas las ilusiones y rotas todas las esperanzas. El niño divino que nace y que deseamos que lo haga en nosotros, somos cada uno de los cristianos, otros Cristos, los cuales revivimos en nosotros por su gracia los misterios de Cristo.

 

La Navidad es una invitación a retornar a nuestro origen, a volver a Belén, a nuestro Belén particular, para encontrarnos con ese niño que fuimos y que seguimos siendo en lo más profundo de esa gruta que está en nosotros; hacia allí nos guía la Estrella y allí nos aguarda nuestro niño divino dormido, esperando que seamos capaces de despertarlo.

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